jueves, 5 de agosto de 2010

¿Qué hora tienes?

Una de las cosas que he aprendido en el camino de la vida (valga este lugar común) es a respetar el tiempo de los demás y el mío propio. Se dice que es "un reflejo de respeto al tiempo de los demás" (1).

Viví varios casos en que sufrí la impuntualidad. La que más recuerdo fue un cita fallida -si le puedo llamar así- en la que la chica de la que estaba enamorado quedó de llegar. Pasaron dos horas, llovió y no llegó. ¿Que fue tonto de mi parte esperar tanto? Si, pero estaba enamorado y era adolescente, de joven uno hace muchas estupideces, como esperar inútilmente. Después comprendí que era una forma de desmotivarme. Con los años entendí que en el fondo no me respetó o si lo hizo, también se esforzó en convencerme de lo contrario. Sólo hizo que perdiera mi tiempo y mis emociones.

Desde entonces no espero más de 15 minutos o menos. Siempre lo advierto o por lo menos pido que me avisen que llegarán tarde por los imprevistos de una ciudad tan estridente como la de México. Aunque a veces no lo advierto, supongo que me conocen y no espero demasiado. Al menos creo que eso saben de mi.

¿El otro incidente que recuerdo? ¿Han visto Pueblerina? Película de Emilio "Indio" Fernández de 1948, con Roberto Cañedo y Columba Domínguez, en la que el personaje de Cañedo se casa con su novia, que violada y expulsada del pueblo por el cacique. Él estuvo varios años lejos del pueblo, en la cárcel, acusado por las intrigas de su enemigo de amores.

En una de las escenas, ya en la fiesta de la boda invitan a los habitantes del pueblo, pero nadie asiste por las amenazas del cacique. Ellos celebran su boda en absoluto abandono. Es una imagen amarga y de inmensa soledad. El año pasado, viví algo parecido, el día de mi cumpleaños. No era boda, sólo mi cumpleaños. Festejé sólo con la mujer con la que salía. Las personas con las que pretendía festejar no llegaron o avisaron una después de la cita pactada que no asistirían. ¿Usted lector, acaso no avisa con un poco de anticipación?

En general procuro avisar que llegaré tarde o de plano trato de avisar que ya no iré o advierto que no es seguro que asista a la cita cuando se trata de una fiesta o reunión.

En estas vacaciones de verano tuve dos incidentes en los que me sentí mal por retirarme. En el primer incidente, aunque al final pareció un berrinche, me desagradó que me aplicaran el "ratón loco", es decir, que me cambiaran el lugar de reunión en varias ocasiones. ¿Con quién fue? No tiene caso decirlo, es seguro que siga molesta esta chica y no tengo muchos deseos de discutir. En todo caso, debí presentarme en su casa para no estar de un lugar a otro, con malas indicaciones.

Ayer (4 de agosto) tenía cita con una amiga muy querida, pero que no fue capaz de avisarme que llegaría 25 minutos tarde. Me llamó después de que me retiré y me recriminó que no la haya esperado y que "por qué no le avisé" que ya me iba. Si, no es la primera vez que llega tarde a las citas, pero me avisaba de sus retrasos. En esta ocasión no lo hizo. ¿Qué debía hacer? Le indiqué que fuera puntual en el mail en que acordamos la cita.

¿Debo ignorar el asunto? ¿Debo aceptar con resignación la "puntualidad mexicana"? Estuve triste todo el camino de regreso a casa, porque sí quería verla y charlar, desahogarme un poco y pedirle consejo.

Tengo mis defectos, pero trato de respetar el tiempo de los demás. Ya de niño fui muy paciente en los hospitales, porque no tenia opción. Hoy, que ya vivo solo, pues ya no soy tan paciente.

¿Usted, imaginario lector, es impuntual?
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lunes, 21 de junio de 2010

Tarde...

Dos hombres murieron la semana pasada: José Saramago (1922-2010) y Carlos Monsiváis (1938-2010). De ambos todavía hay mucho qué escribir y se escribirá. Son pérdidas en muchos sentidos, pero debemos alegrarnos que sus legados serán y son perdurables.

Los dos grandes humanistas, defensores de muchas causas sociales y seres humanos comprometidos. Conciencias críticas que nos harán falta en este mundo cada vez más caótico.

Es lamentable, si, pero también debemos lamentar, como le comentaba alguna vez a un investigador de la UNAM, que no se está preparando a las nuevas generaciones, no hay muchos relevos ni se está pasando la estafeta a quienes sustituyan a los personajes actuales... O por lo menos no es tan evidente.

El mejor homenaje que se puede hacer a Saramago y a Monsiváis es leer y releer su obra.

domingo, 6 de junio de 2010

Domingo...

Es domingo, es un día asoleado. Desde la azotea se ven, entre la bruma, los volcanes.
He pensado que he dejado un poco abandonado este blog.
Originalmente podría hablar de mi vida... bueno, a veces lo he hecho, pero quería retomar un poco la idea del Los Estridentistas sobre este espacio llamado Estridentópolis. Históricamente se lo asignaron a Jalapa (si mal no recuerdo). Sin embargo, pareciera que cualquier conglomerado urbano es una "Estridentópolis" en potencia.

Esta "Estridentópolis" defeña tiene tantas cosas qué abordar. Desde la historia de sus calles más viejas hasta las anécdotas urbanas más recientes.

En algún momento comenté sobre dos libros: el primero es de Luis González Obregón: Las calles de México. Leyendas y sucedidos. Vida y costumbres de otros tiempos; y el otro es de Salvador Novo: Los paseos de la ciudad de México.

Ambos textos son muy interesantes ya que nos hablan de otros tiempos. Espero hablar de algunos pasajes en el futuro.

Por lo pronto, aviso que trataré de mantener un periodicidad semanal.

Un saludos a todos


¿Quién tiró el plato de lentejas?

Cucufato [1] era un niño de siete años, de piel morena, cabello castaño y de ojos negros. Siempre gritaba y hacía enojar a la gente mayo...